Mamá Águila

Voló,
dejándonos el nido crudo
ahora
que habíamos aprendido
a hablar.

Antes,
relataba la muerte con paz,
yo la agarraba con mi
miedo al tránsito,
a cerrar puertas con yeso
y ladrillo,
a lo irreversible.

Voló,
y cada uno la asistió
a su posible forma:
los hombres, con piel,
las mujeres, con lágrimas.

Y se hizo la paz.
Tan radiante,
tan sentida
en el cuerpo
que era casi placer.

Luego vino
lo que no volverá,
el cambio de estado,
la purificación.

Y aprendimos a vivir
de la ausencia.





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