Miedo
Siempre me ha acompañado el miedo
como un lobo viejo, astuto,
huidizo, casi frágil y vencible.
Despojado o marchado de su tribu,
de ojos vivos y cuerpo lúgubre.
Armado, pero anciano.
A días, calavera;
a días, celos;
a días, propia soledad
o la locura;
a días, posible enfermedad
y a días, brújula.
A días, salté sobre su lomo
anciano como un potro,
dañina y hiena;
presa de mi propio salto horadé
mis límites y fui mandíbula
de mi útero, puesta en juego
mi salud y amadora de lo intenso
aunque me mate.
A días, aullé de horror
escondida tras la piedra,
escondida de la sombra
de mi lobo, que el ocaso
reflejaba descomunal.
Congelada en el terror
pasaron trenes con asientos
vacíos para mí.
A días, caminé con este
lobo viejo como hermano,
lo nombré y lo hice propio,
de ojos vivos, cuerpo lúgubre,
pues es miedo, no belleza,
y fue brújula, arma y
protección para orientar
mis pasos en esta fábula.
Comentarios
Publicar un comentario